Por Manuel
Hernández Villeta.- El culto a la personalidad es difícil
de evitar. Las decisiones pueden tomarse en forma colectiva, pero se necesita
la cabeza. El conglomerado sin un ente individual que conduzca va condenado al
total fracaso. Los liderazgos compartidos y mezclados terminan en anarquía que
conduce a la derrota.
Es difícil pensar que en momentos en
que el mundo debe ir camino del consenso, del diálogo, del intercambio de
opinión, más que nunca surja la realidad de que se necesita una cabeza única
para dirigir un movimiento. El colectivo es la espina dorsal, pero
alguien tiene que dar la cara o todo se esfuma.
Los marxistas hablaban de la
colectividad, del gobierno colegiado, del centralismo democrático, pero fueron
los grandes maestros del culto a la personalidad que cambiaron la historia. Lenin, Stalin, Trosky, la revolución rusa se puede condensar en tres nombres.
Sólo una cabeza mientras estuvo entre los vivos, Lenin, luego la pugna por el
poder terminó con Stalin siendo un semi-dios y Trosky herido de muerte por un
anarquista en México.
La revolución francesa levantó la
igualdad, la fraternidad y el que todos los hombres son iguales sin
importar su color de piel o su credo religioso, pero entre Robespierre y Danton
era imposible subsistir.
Los dos llevaron a un baño de sangre, al
congelamiento de la tea revolucionaria y a morir en la guillotina. De refilón,
el fracasado liderazgo colectivo, dio paso al mando único del sable y la bota
de Napoleón Bonaparte, que continuó el proceso por otro derrotero.
En la República Dominicana la
colectividad de los procesos han tenido nombre propio: Duarte, en la
Independencia; Pedro Santana en el entreguismo; Luperón en la
Restauración; Lilís y Trujillo en la dictadura. En el día de hoy, no puede
haber oposición política sino hay una cabeza visible que dirija ese proceso.
Los partidos y grupos que se llaman
opositores siguen sufriendo el mismo pecado de la campaña electoral: tienen una
unidad sin acción, sin capacidad de movilización y sin un líder único que sea
voz y timón del proceso.
Con esos tropezones, como se vio en al
rompimiento del diálogo con el gobierno moderado por la iglesia católica, está
demostrado que les será imposible llevar a cabo un movimiento opositor
exitoso, salvo aparecer en los grandes titulares de los periódicos y copar las
fílmicas de los noticiarios de televisión.
Lanzar masas a la calle no es para
improvisados, para hombres de saco y corbata, discursantes de tasas de café en
cafeterías de supermercados, para añejos de las izquierdas, derechistas en
busca de sobrevivir y ganar unos pesos, o aprendices de nuevos métodos de
anarquía.
El camino no es bueno ni malo, pero si se tiene que trabajar abriendo
trochas, y al parecer ahora mismo a los desunidos que quieren vender unidad, se
les hace difícil pasar el charco. Veremos que nos trae el nuevo año.
A Pleno Sol
DIARIOMETROPOLITANO.NET
"Reflejo de la Sociedad"
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